Un sargento de la policía de Córdoba, Leonardo Cisneros, fue condenado a 10 años de prisión por tentativa de homicidio doblemente agravado. El caso, conocido como "gatillo fácil", se remonta a 2015 y tuvo como víctima a Ezequiel Reinoso, quien recibió un disparo por la espalda en barrio Guiñazú.
El oficial Sebastián Stopello, también implicado en el incidente, recibió una condena de tres años y tres meses por encubrimiento agravado y falso testimonio. El fallo fue emitido por la Cámara 6ª del Crimen de Córdoba, luego de un juicio abreviado en el que los acusados confesaron su participación en los hechos.
El juicio, que inicialmente iba a ser con jurado popular, se resolvió de manera anticipada tras un acuerdo entre la fiscalía y la defensa. El fiscal Fernando Palma aceptó la confesión de los imputados y, a su vez, agravó la acusación en su contra.
El incidente ocurrió el 14 de febrero de 2015. La versión policial inicial, que luego se demostró falsa, indicaba que Reinoso había evadido un control vehicular y que iba armado junto a un acompañante. La investigación judicial desmontó por completo esta versión.
Ezequiel Reinoso, quien entonces tenía 22 años, sufrió heridas graves, incluyendo la extirpación del bazo y daño en un riñón. A pesar de las secuelas, logró sobrevivir y dar su testimonio, clave para esclarecer el caso. Recordó que iba camino a jugar al fútbol con amigos cuando recibió el disparo sin mediar provocación.
Reinoso relató cómo, tras el disparo, logró llamar a un amigo que lo auxilió y lo llevó al hospital. Denunció que los policías intentaron intimidar a los testigos presentes en el lugar. La comisaría local, aparentemente, no tenía registro del procedimiento que casi le cuesta la vida.
Diez años después del incidente, Reinoso aún conserva la bala en su cuerpo. Recuerda que nunca vio señalización de control policial y que simplemente continuó su camino cuando otra moto fue detenida. Cisneros le disparó por la espalda, dejándolo gravemente herido.
Posterior al hecho, los policías involucrados intentaron encubrir lo sucedido plantando un arma en una vivienda cercana e incluso consiguiendo un falso testimonio. Esta maniobra fue descubierta por la investigación, que dos años y medio después sobreseyó a Reinoso, quien había sido imputado inicialmente por portación ilegal de armas y resistencia a la autoridad.
A pesar de la gravedad del caso, los policías continuaron en funciones durante un tiempo. Cisneros pasó a tareas administrativas hasta su jubilación cinco años atrás, mientras que Stopello solo estuvo cuatro meses en pasiva y luego regresó a tareas operativas.
La larga espera por justicia
El proceso judicial se extendió por más de una década. Reinoso expresó una mezcla de alivio y confusión tras la sentencia, reconociendo el largo camino recorrido para obtener justicia. “Esperé 10 años para que en un solo día te digan ‘ya está’”, declaró.
A sus 32 años, Ezequiel intenta reconstruir su vida, valorando las cosas de manera diferente. Si bien reconoce las limitaciones físicas y la incapacidad del 55% que le diagnosticaron, agradece estar vivo y poder trabajar y jugar al fútbol, aunque con restricciones.
El apoyo de su familia, amigos y la comunidad de Parque Norte fue fundamental para Ezequiel durante este proceso. Destaca la solidaridad de quienes lo conocen y de quienes, sin conocerlo, se movilizaron para exigir justicia tras el incidente.
El caso aún no está completamente cerrado. El fiscal Palma solicitó que se investigue la "siembra" del arma para determinar quiénes más participaron en el encubrimiento y si hubo superiores involucrados. Reinoso apoya este pedido y espera que se esclarezcan todos los aspectos del caso.
Similitudes con el caso Blas Correas
El caso de Ezequiel Reinoso presenta paralelismos con el de Blas Correas, asesinado por policías en Córdoba en 2020. En ambos casos, los agentes intentaron falsear la escena y acusar falsamente a las víctimas. La diferencia radica en que Reinoso sobrevivió para contar su historia y desmentir la versión oficial.
La supervivencia de Ezequiel y su testimonio fueron cruciales para desmontar la versión policial. El apoyo de testigos, muchos de ellos compañeros de su equipo de fútbol, fue fundamental para demostrar su inocencia y la falsedad de las acusaciones en su contra.
Para Ezequiel, la sentencia marca el cierre de una etapa dolorosa. Si bien las secuelas físicas y psicológicas persisten, la condena a los responsables le permite mirar hacia el futuro y continuar reconstruyendo su vida. "Gracias a Dios, me puedo levantar todos los días, ir a trabajar, seguir practicando fútbol", afirma, consciente de que las marcas de aquel día lo acompañarán para siempre.